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Entre formulas, probetas e historias de vida

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Como todos los miércoles, cuando aún no asoma el sol en el horizonte, Martha Isabel Moncada  camina de prisa hacia la plaza Ciudad Victoria, en donde procura estar antes de las seis de la mañana, hora en la que empieza el primer recorrido de la chiva, medio de transporte en el que viaja hacia la institución educativa de la vereda rural Mundo Nuevo, donde labora desde el año 2018 como docente de química y ciencias naturales.

El resto de la semana, Martha despierta sin falta a las cinco de la mañana para prepararse y dejar listo para la escuela a Jacobo, su hijo de seis años, a quien deja al cuidado de su madre, antes de que ella se dirija a trabajar.

INFANCIA

Martha Isabel se caracterizó desde su infancia por ser una mujer aplicada y perfeccionista. Hoy con gracia recuerda la ocasión en que se desesperó por haber perdido solo un logro de álgebra en el colegio, un hecho mínimo para sus padres, pero que para ella representaba en aquel momento un resultado nefasto. Y a pesar de ser una excelente estudiante, a quien a simple vista parecía que ninguna materia le era complicada, Martha tenía una debilidad que atentaba contra su propósito de realizar sus deberes con la mayor eficiencia posible, la ortografía, en la que confiesa comete errores de vez en cuando en la actualidad.

El resto de la semana, Martha despierta sin falta a las cinco de la mañana para prepararse y dejar listo para la escuela a Jacobo, su hijo de seis años, a quien deja al cuidado de su madre, antes de que ella se dirija a trabajar.

“Dejé la industria porque es deshumanizada, pero llegué a la docencia y también es deshumanizada”. 

Aquella característica de ser minuciosa en cada cosa que emprende, no solo se fortaleció en la escuela de policía Nuestra Señora de Fátima, en la que realizó la primaria y el bachillerato, sino también en su núcleo familiar, del que siempre recibió apoyo y confianza, hasta el punto en que sus padres le encomendaron desde pequeña el dinero mensual para la escuela, que ella administró con dedicación en una cuenta bancaria, y que sólo utilizó cuando lo consideró necesario.

A medida que crecía, Martha Isabel, como muchos otros niños a su edad, deseó convertirse en muchas cosas cuando fuera mayor, desde ser hippie, hasta ser policía o doctora, pero nunca imaginó que llegaría a ser maestra, y no porque no le gustara la profesión, ya que tenía bastante claro que muchas de sus materias favoritas, como español, ciencias sociales y cálculo, eran agradables debido a la manera en la que su profesora abordaba la clase, sino porque en aquellos años aún no había despertado su deseo por enseñar. 

Aún así, después de graduarse del colegio, Martha Isabel decidió realizar una tecnología química en la UTP, luego de no haber podido acceder por cuestiones económicas a la carrera de Instrumentación quirúrgica en la Fundación Universitaria del Área Andina. Y aunque en el primer semestre no pudo aprobar estequiometría y matemática uno, materias base de la tecnología, Isabel, como toda una perfeccionista, no se daría por vencida y mucho menos dejaría un proyecto emprendido sin terminar. 

Antes de graduarse como tecnóloga química, y apasionada por su disciplina, Martha había realizado el papeleo necesario para homologar y comenzar su carrera profesional en química industrial en la Universidad Tecnológica de Pereira. Sin embargo, su padre no podía financiarle en aquella ocasión los estudios profesionales, por lo que su única opción era buscar trabajo como tecnóloga; pero Martha, decidida a comenzar su carrera profesional, recurre a su vieja cuenta bancaria, y con el dinero que había ahorrado durante años de la mesada mensual que su padre le daba para los gastos de la escuela, pudo pagarse el primer semestre de la universidad.

Fotografías: 5.0 pal profe

SERVICIO

Su buen desempeño y el sobresaliente obtenido en su trabajo de grado en la tecnología, le permitieron a Martha Isabel terminar química industrial en tan solo dos años, debido a que, no solo pudo homologar algunas materias sino también el trabajo final de la carrera. Y luego de haber culminado para el año 2009 una de sus metas más importantes, Isabel tuvo la oportunidad de colaborar como practicante en una empresa de alimentos, y aunque el pago no superaba los cien mil pesos, fiel a su creencia de que “el estar haciendo atrae las cosas”, trabajó allí un par de meses mientras se presentaba a entrevistas laborales en distintas organizaciones industriales. Hasta que, como fruto de sus esfuerzos, ese mismo año fue contratada como supervisora de calidad en una empresa productora de repuestos y piñones para motocicletas, en la que laboró por diez meses.

Fotografías: 5.0 pal profe

Con la intención de vivir nuevas experiencias, de aprender y de encontrar una estabilidad económica, Martha Isabel había tomado la osada decisión, mientras aún laboraba como supervisora de calidad, de participar en la convocatoria que el Ministerio de Educación había abierto a nivel nacional en el año 2010, para aquellos interesados en ocupar las plazas docentes que se encontraban disponibles en diferentes instituciones educativas de Pereira y el departamento, concurso al que se presentaron cientos de docentes y profesionales no licenciados, del cual Martha salió victoriosa al primer intento.

Inesperada fue para su familia la noticia de que en menos de seis meses Martha se convertiría en docente, porque de las muchas cosas que había deseado hacer desde pequeña, nunca le habían oído mencionar que quería ser profesora. Así mismo, Isabel no dimensionaba en aquel momento lo mucho que aquella decisión cambiaría su vida. Imborrable ha sido para ella su primer día de clases, el 9 de junio de 2010, en la Institución educativa de Villa Santana, donde descubrió un mundo muy distinto al que había conocido.

A pesar de que su infancia y su recorrido por la primaria y el bachillerato no influyeron su decisión de ser docente, sí marcaron profundamente sus primeros días como maestra, ya que solía recurrir a sus viejos recuerdos como alumna para intentar simpatizar y comprender a sus estudiantes. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que las condiciones familiares y  socioeconómicas de ellos eran muy distintas a las de su niñez, por lo que se vio obligada a acudir a otras estrategias para cambiar la actitud y el comportamiento de sus alumnos frente a su clase.

Hay muchos profesionales que acuden a la docencia como un escape, porque no encontraron trabajo en otra parte, y pese a que saben lo que enseñan, no se actualizan en sus pedagogías

Martha tuvo que enfrentar en aquella época complejos desafíos, como dictar ética y biología, cuando había ganado el concurso para enseñar química. Sin embargo, su reto más grande fue comprender que muchos de sus alumnos vivían en casas con piso de barro, que compartían la cama con más de seis personas y que sus acudientes, en algunos casos, o eran aún adolescentes o tenían problemas de drogadicción. Pero adaptarse y acondicionar su materia a estos contextos no habría sido posible para ella sin la ayuda de Melba Inés Vásquez, una profesora veterana de la institución educativa que había nacido y crecido en Villa Santana.

Fotografías: 5.0 pal profe

Melba Inés, como un ángel caído del cielo, o si se prefiere, una hada madrina, hizo de Martha Isabel su pupila, y sin ningún tipo de molestia o reparo llevó a la joven profesora a recorrer la comuna en su totalidad, en donde le enseñó todo lo necesario para comprender el contexto en el que estaban sumergidos sus estudiantes. Y durante aquellos recorridos con la maestra, Isabel concibió que poco podría ayudar a sus alumnos con su mero conocimiento en química, por lo que no tardó en tomar la decisión de realizar la especialización y maestría en pedagogía y desarrollo humano en la Universidad Católica de Pereira.

Para Martha, aquellos primeros años como docente, antes que desanimarla a continuar en su labor, la colmaron de motivación para fortalecer su formación profesional y emprender diferentes proyectos y estrategias con las que pudiera enseñar química y biología sin olvidar la parte humana y emocional de sus estudiantes. Por ello, con el ánimo de poder conocer otros contextos educativos, y luego del nacimiento de su único hijo hasta el momento, Isabel se traslada en el año 2014 hacia la Institución Normal Superior del Jardín de Risaralda, en donde tiene la oportunidad de conocer a Beatriz Mosquera, candidata al premio Compartir al maestro, quien la ayuda a  pulir sus prácticas didácticas en relación con la academia. 

DÍA A DÍA

Durante los cuatro años que Martha Isabel laboró en esta institución, perfeccionó por un lado sus metodologías pedagógicas y de investigación. Y en ese proceso de búsqueda, para encontrar una manera de trabajar su materia sin aburrir a sus estudiantes, Isabel incorporó la literatura infantil a sus clases, con la que logró no solo articular los conocimientos de ciencias naturales y química, sino que además consiguió incentivar en sus alumnos el amor por la lectura.

Luego de contar con el apoyo de Melba Inés en Villa Santana, y de Beatriz Mosquera  en el colegio Normal Superior, Martha emprendió una nueva aventura con los conocimientos y aprendizajes que había adquirido en sus ocho años de experiencia como docente, esta vez en una institución rural, en donde lidera hoy procesos de investigación con la población estudiantil a través de Ondas, programa de Colciencias; además de un proyecto personal que ella ha denominado Cientinautas, que impulsa desde la plataforma Youtube y en donde aborda temáticas experimentales desde la química y las ciencias naturales. En este espacio audiovisual, su hijo, Jacobo, es el protagonista y, además, es quien conduce cada pieza de video; sin embargo, Martha Isabel, en algunas ocasiones, involucra también a sus estudiantes. Veamos uno de los videos publicados...

Fotografías: 5.0 pal profe

Aún son muchos los desafíos y metas que Martha Isabel tiene por cumplir, como poder concursar en algún momento por el premio Compartir al maestro. Mientras tanto, Isabel divide su vida y su tiempo en dos de sus más grandes pasiones. En las mañanas se consagra por completo a enseñar y a compartir con los demás, y en las tardes, que de hecho son sagradas para ella, se dedica en plenitud a ser madre. 

 

Por no desfallecer en la consolidación de sus aspiraciones y por acudir a nuevas herramientas digitales para transmitir conocimientos, Martha Isabel merece un 5.0 por esas didácticas implementadas.

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