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 El arte de tejer historia con hilos de inclusion

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Entre hilos de iraca y chaquiras, unas manos se deslizan con destreza y poco a poco elaboran pulseras y collares multicolores. En cada tejido queda grabado, para siempre, ese legado artístico e histórico que hoy los mestizos parecen ignorar.

Rodeada por las montañas que enmarcan al municipio de Riosucio, Caldas, nació Yul Mery Bañol, en un hogar conformado por un padre indígena y una madre mestiza. Su familia no tenía ningún tipo de riquezas ni gozaba de extravagancias, solamente contaba con un paisaje verde e infinito en el que era imposible dimensionar su magnitud. Como toda familia del campo, ellos debían cumplir con innumerables tareas, especialmente Yul Mery, quien desde muy pequeña aprendió a cocinar, a prender fogones y asar arepas, a barrer, trapear, lavar cocheras y encargarse del cuidado de los perros. 

Su niñez fue “libre”, o por lo menos, así lo considera ella. Su primaria la cursó en una escuela que pertenecía a la vereda Bonafont del municipio de Riosucio. Cada día debía levantarse muy temprano, dejar aseada la casa y, como si fuera poco, debía cruzar ríos, cafetales y soportar extensas jornadas de camino para llegar a clase. En su niñez y juventud no solo tuvo el coraje de sortear la pobreza y la falta de recursos, sino también las ofensas y humillaciones.

INFANCIA
YUL MERY BANOL

Etnoeducadora

No me gustaba sentirme indígena, yo quería ser mestiza sin serlo

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Su mamá siempre trabajó, como aseadora, en casas de familia; por esta razón, viaja junto a ella a Pereira. En esta ciudad, Mery, como la llamaban en su casa, inició sus estudios de secundaria. Pero había algo que la atormentaba día y noche. La joven indígena siempre se empeñó en negar su identidad, sentía vergüenza de su raza y su color de piel. Un día, mientras estaba en su colegio, una de sus compañeras le dijo “mema”, la reacción de Yul Mery fue inesperada...

Yul Mery BañolEtnoeducadora
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A medida que crecía, a Yul Mery le gustaba tinturar su cabello, maquillarse y vestirse como sus amigas del colegio, pero esto lo hacía con la finalidad de “ocultar sus rasgos indígenas”. Las asignaturas que más disfrutaba eran la mecanografía y la artística; sin embargo, nunca sintió el más mínimo interés por las matemáticas, la física y la química. Rocío Arias es la profesora que más recuerda. Según Bañol, a ella le debe la buena ortografía que hoy tiene, a pesar de que era una maestra “exigente”. La joven indígena logra graduarse como bachiller académica y tuvo la oportunidad de estudiar en la Escuela Normal Superior de Risaralda. Pese a esto, siempre trataba de buscar trabajo en aquello que, según ella, sabía hacer: asear y limpiar casas de familia. 

Con el paso inevitable de los años y gracias a una propuesta educativa que había liderado para que en Risaralda se acogiera la etnoeducación, la comunidad indígena y la Secretaría de Educación departamental le conceden a Yul Mery el aval para desempeñarse como etnoeducadora. Esta noticia no fue motivo de gran alegría para ella, porque siempre aseguró que de pedagogía sabía muy poco y que nunca se sintió en la capacidad de enseñar y transmitir conocimientos. Sin embargo, el coordinador de la institución del sector Esperanza Galicia de Pereira, la delega, debido a su corta experiencia, como auxiliar de la profesora de preescolar. Pero esta vivencia no fue muy gratificante para Yul Mery… ¿por qué?

SERVICIO
Yul Mery BañolEtnoeducadora
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A los 29 años, hacia el 2005, Mery dictó su primera clase, aunque el resultado no fue el esperado porque, según ella, los niños no le pusieron cuidado. Pero estas experiencias fueron, quizás, la razón para que, meses después, se le presentara la oportunidad de estudiar licenciatura en pedagogía infantil con la Universidad del Tolima. A partir de allí, Yul Mery se empezó a perfilar como una de las mejores maestras de su comunidad, parece que por fin había derrotado esa vergüenza que sentía por sus raíces y su color de piel. Desde ese instante, y desde las aulas, empezó a alzar la voz por aquellos indígenas que no la tenían y a defender ese territorio que un día los violentos les arrebataron.

Pero esto es solo el inicio de su trayectoria académica. Hacia el año 2019, uno de sus amigos directivos le comenta que en la Universidad Católica de Pereira se abrieron las inscripciones para estudiar una especialización en edumática. La profesora indígena no mostró mucho interés porque sus conocimientos en esta área eran pocos; aún así, acepta la propuesta del directivo de presentarse a la entrevista de selección. Su certeza de que fuese admitida era nula porque, según ella, se encontró allí con grandes académicos y con gente que conocía mucho del tema. La única pregunta que le hicieron en la entrevista fue: ¿qué sabe de la edumática y de las nuevas tecnologías? Desconcertada por el interrogante, solo se atrevió a decir: “yo no sé nada, pero sí quisiera aprender porque soy artesana indígena y quiero sistematizar mis diseños”.

Con cara larga, quijada destemplada y segura de que no pasaría, salió de la tediosa entrevista. Pero fue tanta la sorpresa que, a los pocos días, su amigo directivo le notifica que ha sido admitida para cursar la especialización en edumática.

Fotografías concedidas por la profesora Yul Mery Bañol

La profe Embera considera que la problemática más grande del sistema educativo colombiano es que mira de la misma manera a todas las personas y nunca busca, según ella, desarrollar un enfoque cultural. “La educación no parte de nuestro propio país, no nos apropiamos de lo nuestro”, confiesa Bañol con una mirada serena, propia de aquellas personas que hacen parte de este grupo étnico. La docente Yul Mery es regida hoy por el decreto 804, un estatuto comunitario que se le asigna a miembros de comunidades afrodescendientes o indígenas. 

Su mayor virtud, como ella lo expresa, es la empatía, esa capacidad de ponerse en los zapatos del otro. Es madre soltera y le gusta leer actualidad; sin embargo, cuando siente que la prensa se vuelve amarillista, prefiere ver telenovelas, acudir a su labor artesanal, escuchar música Embera o preparar chucha, un animal que se ha convertido en una comida tradicional y en un festín para la comunidad indígena, “sabe deliciosa cuando es ahumada con papa y plátano cocinado”. Su mayor defecto, añade, es la extrema sinceridad, a veces dice todo lo que piensa y siente sin medir consecuencias.

La profesora indígena es la encargada de gestionar, en la actualidad, encuentros Embera en Pereira, y fue una de las pioneras en conformar el cabildo urbano, un espacio de inclusión en donde se busca poner en marcha una educación propia, es decir, un régimen educativo en el que los docentes y estudiantes sean indígenas.

YUL MERY BANOL

Etnoeducadora

A los educadores afros e indígenas

nos pagan muy mal

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DÍA A DÍA

Bañol, quien hoy se desempeña como etnoeducadora de la Institución Gabriel Trujillo del corregimiento de Caimalito, desea que en los colegios y universidades exista una concientización cultural, y que las entidades reguladoras expidan una resolución para que los estudiantes indígenas o afrodescendientes tengan un tratamiento especial étnico.

Yul Mery se define como una mujer con muchos sueños y defensora de sus ancestros indígenas; camina por la vida con la certeza de que su hijo y sus estudiantes serán mejores que ella. Ya no oculta su identidad, comprendió que al hacerlo negaba también su pasado, su familia, su presente, su historia, su talento y sus conocimientos. Solo espera que algún día, las academias y los países, logren derribar esas fronteras de odio y exclusión, mientras ella, junto a sus estudiantes, se empeña en tejer una nueva historia con hilos de empatía, diversidad y comprensión.

 

Sin pensarlo dos veces, la profe Embera obtiene un 5.0 por etnoeducación y artesanía indígena.

Fotografías concedidas por la profesora Yul Mery Bañol

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